Ya olvidé el sonido de mi rutina

20.06.2020

Los crujidos de la estancia que casi no habitamos, still de video, Lucila Garza  


Por Lucila Garza


Ya olvidé el sonido de mi rutina, ahora están el crujido del par de tablones que le faltan a la base de mi cama y la cascada de la regadera que casi nunca calienta. Ya identifico la diferencia entre el maullido del gato que suena como niño y el niño que grita como gato, ambos sonidos se cuelan a diario por las ventanas de la estancia que jamás habitamos.

El espacio se reconfigura, ya no suena igual. En las casas, en las calles, la gente que dejó de salir y la gente que no puede dejar de salir, sonamos distinto, nos movemos distinto.

Felicité a mi tía por su cumpleaños. Me despedí de ella enviándole un abrazo, escuché su voz quebrarse, se despidió de mí llorando.

Ayer caminé por la calle que corre paralela al parque, el mismo que está siempre lleno de gente con la que prefiero no interactuar. El árbol de la esquina vibraba con el aullar de una cigarra, me detuve poquito a escucharle, alzando la vista para ver el movimiento de sus ramas. Cuando mi vista alcanzó la copa de aquel árbol, el chirrido de la cigarra se detuvo.

Ya olvidé el sonido de mi rutina, no lo extraño, realmente no quiero recordarlo; solo espero que el canto de las cigarras me acompañe cuando el ruido se cuele por la estancia, cuando nuestro andar por las calles y las casas entone otro ritmo, cuando mi voz se quiebre y rompa en llanto.


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