Vuelo 6327

28.04.2020

Foto de Luis Díaz Flores 


Por Leslie Elizabeth López Ruiz


Ciento catorce días habían transcurrido y faltaban dos más para encontrarme con el amor, se había marchado a 11,000 km de distancia y diez horas de luz anticipada para continuar su proyecto. Quedamos de vernos el 7 de marzo en Atenas. Durante la planeación del viaje hubo obstáculos: ¿habrá dinero? ¿Obtendré los días libres en el trabajo? ¿Nos podremos encontrar el amor y yo de nuevo? Las dudas escondidas tras de mis ojos esperaban un descuido de mi parte para presentarse de frente y hacerme tambalear. Me mantuve positiva y convencida porque el amor y yo lo habíamos resuelto todo. Pero las verdaderas amenazas son silenciosas, ni siquiera visibles, y tan audaces para paralizar al mundo entero. Así fue como el dichoso virus creído rey porque porta una corona comenzó a plantear dudas en la población entera, pero seguía siendo subestimado, incluso yo lo subestimé y decidí mantener el viaje a Atenas.

El destino me hizo una mala jugada y perdí mi vuelo por atrasos en las escalas - ¿Será una señal? - Me pregunté. Por microsegundos consideré regresar a casa y entender que no eran tiempos de encuentros sino de encierro, pero el amor es la única fuerza que no se detiene, aunque se le encuentre otra fuerza en dirección contraria. Después de comprar nuevos pasajes y cambiar el rumbo, tuvimos que sumarle dos días más a la espera y por fin el amor y yo nos vimos en Barcelona después de ciento dieciséis días, pero en estos tiempos, ¿quién sigue contando? Con un abrazo nos unimos y cada segundo representaba un día distante, y ese fue el abrazo más corto que ha valido la espera más larga.

Ahora, contra toda amenaza nos encontrábamos decididos a vivirnos, disfrutarnos y amarnos en una ciudad que ya vivía en el miedo y la incertidumbre. No era la Barcelona alegre y espontánea que conocía, aquella de días soleados, calles inundadas de almas esperanzadas y espíritus alegres. En esta ocasión se sentía el aire frío y las noches oscuras y solitarias, sí que parecían noches.

Nosotros aprovechamos los primeros días para ir a los lugares más emblemáticos como Plaça d'Espanya, Parc Güell, Sagrada Família, y estuvimos todo un día en platja barceloneta y por diez segundos nuestros pies tocaron el mar, era imposible que los huesos soportaran el agua que aún arrastraba los restos del invierno. Así pasamos los primeros cuatro días y nos quedaban tres más antes de que el amor y yo nos volviéramos a separar. Teníamos muchas cosas planeadas, pero ninguna de esas sucedió.

España entró en estado de emergencia y pronto los trabajadores fueron enviados a sus casas, los cafés retiraron sus mesas de convivencia, los museos cerraron las puertas, los Dj's pospusieron sus eventos, y nos quedamos sin nada más que un ticket de vuelta a nuestras casas. La nueva sorpresa fue que Trump cerró la frontera de Estados Unidos, ahora mi regreso también se veía amenazado ya que mi escala sería por Miami. Mi mayor preocupación era no poder regresar a casa.

Pasamos dos días en encierro, pero gracias a la buena compañía no fueron difíciles y duraron un palpitar del corazón seguido de un pestañear de ojos. Cuando salimos para dirigirnos al aeropuerto la sensación de una ciudad apagada era inevitable, un rey sin vida propia apagó la vida entera de Barcelona. El sentimiento de nostalgia se hizo presente de nuevo, extrañaba a la vieja Barcelona. Espero que pronto pueda volver a ser ella misma.

Llegamos al aeropuerto y evidentemente me negaron la salida hacia Miami, pero la aerolínea tuvo la gentileza de ayudarme a buscar la manera de volar a casa. Mi amor también pudo regresar a su destino. De nuevo nos encontrábamos a 11,000 km de distancia. Vivimos sorpresas, alegrías, cambios inesperados y una cuarentena en Barcelona que se extendería en nuestras casas. Pasamos de ser unos indefensos enamorados a convertirnos en potentes amenazas para las tierras que nos recibían.

Cumplimos los catorce días de aislamiento total y aún así jamás me sentí mejor acompañada, sentía su amor y compañía en sus mensajes, en sus videos y en sus detalles. Ninguno de los dos presentó síntomas graves, solo algunos malestares que pueden atribuirse a cualquier infección común.

Por primera vez cuento la historia porque es mejor contar esto que contar los días para volver a ver al amor, aunque en estos días, ¿quién sigue contando? Y ya que no hay más que contar prefiero vivir el caos como siempre al universo le ha gustado.

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