Soy de una zona del norte del Valle de México

07.04.2020

Por Carlos Torres 

Dibujo de Pau Masiques


Soy de una zona al norte del Valle de México, de poco más de 130 mil habitantes, una famosa "Ciudad Bicentenario", sin trabajo, donde la mayoría de sus pobladores tiene que viajar diariamente a la ciudad para buscarse la vida, pero con la novedad de que hoy podrían encontrar la muerte porque un virus con alto grado de contagio está presente. Pero no importa, la familia tiene que comer. Las clases se suspendieron, el periodo vacacional se extendió aunque eso fue en eufemismo para decir, "estamos en un problema serio". En casa como de costumbre permanezco pero con la noticia de que yo también tengo que ir a la ciudad, justo donde está la mayor parte de enfermos de SARS-Cov2. Por todo lo que he escuchado en los medios, redes sociales incluidas, me hace sentir miedo y estoy pensando que quizás no es tan buena idea y el dinero como el trabajo pueden esperar. Mis compañeros de equipo me dicen: Es imposible, a los clientes les urge, si no vamos hoy después será más complicado, imagina que cierran la ciudad así como en otros países, y aparte no hay mucho trabajo, si quiera que ganemos algo. ¿La economía o la salud? Bueno, si no tengo dinero, no como y si no como, no tengo salud. ¿Hace sentido? Recorremos un viaje que en promedio dura 1 hora y treinta minutos y puede extenderse a más de dos dependiendo la hora del día y a qué punto de la ciudad uno desea trasladarse. En estos días en particular la ciudad luce vacía y fluida. Justo en el centro histórico el ambiente tenso se respira, la clase obrera y la que depende de la economía informal, comercio ambulante, indígenas, artesanos y demás, venden y permanecen como de costumbre, un poco cabizbajos, no hay mucha gente que pueda consumir. A mí me desconcierta más que no ocupen ninguna medida de protección, solo un par de transeúntes portan un cubrebocas.

¿Porqué? El peso de la realidad llega cuando no se tiene la confianza de acercarse a otras personas que regularmente conviven en tu espacio, en especial adultos mayores, la no certeza de saber si podrías ser el portador del virus hace sentir a uno, inseguro. Y con mayor razón porque eres consciente de que fuiste a un lugar donde podría estar el virus y además estás en el grupo de riesgo si tienes obesidad y otras enfermedades crónicas que te ponen más al borde de la muerte. Hace apenas un día, la radio emitía una noticia: Un joven italiano se había quitado la vida por temor a contagiar a los demás luego de haber dado positivo. Solo un pequeño porcentaje de infectados muere, ¿Porqué este individuo habrá tomado aquella decisión? En medio de toda esta situación, personas de clase media, agotan productos que creen necesarios: mascarillas, desinfectantes y papel de baño. Me toca ver su desesperación en las tiendas de autoservicio. Posteriormente y a medida que arrecian la contingencia y la curva de contagios, comienzan a escasear ahora productos de primera necesidad. Los que viven al día ya no podrán encontrar esos productos porque los que tienen el dinero para comprar por más volumen se los han llevado todos, además de que algunos comerciantes están aumentando el precio ilegalmente. Otros artículos que no son de primera necesidad también subieron de precio, en especial, artículos importados, pero el dólar ya bajó y la tendencia es que siga bajando, salió algo bueno del conflicto en medio oriente con el petróleo, pero nadie habla de la gasolina barata. En otras noticias, los infectados confirmados así como los muertos ya se cuentan por decenas y miles. La fábrica del mundo anuncia que ya no hay contagios y de a poco han logrado liberar la cuarentena mientras que en Europa y Estados Unidos apenas comienza el problema y también los productos escasean. ¿Cómo lo lograron? La respuesta es, la cultura. Nuestros pensamientos occidentales provocan que esta crisis se agudice aunque tengamos más libertades y gobiernos no totalitarios. Parece ser que el calor disminuye el grado de contagio pero los noticieros dicen que este problema apenas empieza y que pronto estaremos como Italia.

De vuelta a casa, lejos de la ciudad y de la calle de mi localidad, no tengo la certeza si pesqué el virus con alguien de la calle, de la tienda o del transporte público, trato de no agarrarme la cara y estornudar con la parte interna del codo, parecerá extraño pero ahora cada vez que lo hago lo cuento, ¿estaré comenzando a enfermar? No lo creo.

En fin, la gente ya no se saluda como de costumbre con la calidez y cercanía que caracterizan nuestra cultura, ¿Después de esto, seremos los mismos? ¿Tendremos el mismo trato o nos volveremos un poco más fríos y formales? ¿Será que las viejas fórmulas de hacer dinero y vivir aún funcionarán en el mundo después del coronavirus o toca empezar de cero?


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