Cuarenta días para ser la del espejo

25.03.2020

Por Norma Rivera 


Busco en Internet la definición de cuarentena: "en medicina, es un término para describir el aislamiento de personas por consecuencia de una enfermedad, durante un período de tiempo no específico para evitar o limitar el riesgo de que se extienda la mencionada enfermedad." En teoría, apenas han pasado 9 días o eso es lo que todos creen. Sin embargo, la cuarentena no empezó para todos al mismo tiempo. Para mí empezó mucho antes, tal vez hace seis meses cuando los antidepresivos y los ansiolíticos conquistaron el buró a lado de cama. O cuando decidiste marcharte hace más de treinta días porque querías evitar el riesgo de que se extendiera mi enfermedad. Es que estar triste es una enfermedad. Por eso decidiste aislarte, ¿no es así?

Han pasado 9 días desde que no puedo salir de casa; encerrada con quien más miedo me da y a quien menos me quiero enfrentar: a mi misma. Me miro en el espejo, tengo miedo de que si me quedo mirando por mucho tiempo me desconozca o tal vez lo trágico sería reconocerme. Los ojos cafés del espejo me miran de vuelta, estoy segura de que mi reflejo quiere decirme algo, pero no soy capaz de entenderlo. Las horas no podrían pasar más lentas, y no tengo adonde huir: estoy aquí, estoy conmigo. No es irónico que lo que a algunos nos da más miedo es no poder escapar de quién somos y, ante este panorama, la muerte no es tan terrorífica. Evito acostarme temprano porque quisiera despertar tarde, pero los ataques de ansiedad son una alarma inoportuna que todavía no sé apagar.

Mientras pasan los días, los libros se acaban, las películas me aburren, el exterior parece una promesa lejana y el recuerdo de quiénes éramos se desvanece y, con ello, también me empiezo a borrar. Siento que vamos a desaparecer, juntos pero separados. Apenas recuerdo lo que me dijiste que no te gusta de mí y con eso también olvido lo que tampoco me gusta de mí. Tengo miedo de olvidarte, pero mucho más miedo me da olvidarme. Me pregunto... ¿la tristeza del alma también se puede olvidar? Empiezo a pasar más tiempo enfrente al espejo y, como lo temía, ya no me reconozco. Podría decir que la persona que me mira a través del espejo es completamente diferente a la idea que tenía de mí. Todos los días paso horas frente al espejo esperando a que el reflejo se mueva sin que yo lo haga. Poco a poco, conforme los días pasan, el reflejo parece estar en paz y lo único que quiero es ser como ella. Es una persona nueva y hasta ganas me dan de conversar con ella. Ya no nos tenemos miedo; hemos hecho las paces, sin decir ni una palabra.

Abril ha llegado de manera violenta. Lo inevitable comienza a pasar, entramos dos, pero parece que saldremos siendo una. Una cuarentena para lograr lo impensable: hacer las paces con mi pasado y mi tristeza. Las noches son más largas y los sueños se sienten duraderos. Ya casi no siento los pies fríos y dicen que por ahí entra la tristeza, parece que le he cerrado la puerta aunque rara vez llega sin avisar. Lo mismo ha pasado con tu recuerdo, te aviso que decidimos hacer las paces y estamos mejor que nunca. Nos perdonamos por rompernos el corazón pero estamos seguros que todos los problemas tenían solución, tal vez -siendo un poco más honesta estoy segura que así será- siempre te extrañé pero tu ausencia ya no parece pesadilla y puedo vivir con esto. En esos días, en los que la tristeza llega sin invitación, nos sentamos juntas frente al espejo, siempre en silencio, y analizamos a quién tenemos enfrente. Ya no tengo miedo porque ahora, cada vez que miro mi reflejo, ahí está mi lugar favorito y soy yo. 

Dibujo de Luis Frías Leal 

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