Mañana
Ensayo visual de Brenda Guadardo
Por Jorge Daniel Cumplido López
Todos los días muy temprano, me asomo lo más rápido posible por la ventana de la sala para ver la calle. Me gusta escuchar los sonidos del mundo; los pájaros hablando un idioma que no entiendo, los perros ladrando, el sonido de los camiones recolectores, de los carros nuevos y los viejos; a los vecinos pasar rumbo hacia sus trabajos. La mayoría de ellos suele ir muy rápido, lo cual apenas me permite reconocer bien quién es, o con qué cara se levantó. Dada mi condición, no suelen verme feo por fisgonearlos.
¡Cuánto quisiera poder salir como cualquier otro chico de la colonia! Salir con Sigi a pasear al parque, o lanzarle la pelota. Correr mientras huelo el verde y brillante zacate, me trepo a los árboles y toco la tierra calientita de mi alrededor. Si lo hago aquí adentro, mi mamá se pone nerviosa. Me grita. Suspiro y me rasco la cabeza. Hoy no veo pasar a casi nadie; ni a señores apresurados, ni a niños corriendo y gritando; unas cuantas señoras y a Don Rubén, y eso porque él no tiene casa y vive al día, juntando latas y cartón. Tal vez se les hizo tarde. Tal vez hoy no será un buen día.
El próximo mes será un año sin poder salir. A veces quisiera regresar el tiempo, tener una máquina como en las películas y borrar el día que me dijo el doctor que me pondría mal; porque, a partir de ahí, empezó todo. Un día, de repente, me sentí cansado, mis piernas perdían su fuerza; otro día sorprendido, me levanté con la vista borrosa. Pequeños cambios que mi mamá y los demás entendieron como algo muy serio. Por eso, me prohibieron salir. Mi mamá se preocupa tanto, que todos los días, me pone un cubrebocas, pero no me gusta, porque me siento como un doctor. Ella últimamente se pasa el tiempo viendo videos en youtube, sobre cómo ayudar a los hijos cuando les pasan cosas como a mí.
Al estar encerrado así, sin previo aviso, me empecé a molestar mucho. Después de quebrar tantas cosas aquí adentro y contestarle feo a mi mamá, me quitaron los videojuegos y el celular. Y tuve que empezar a buscar otras cosas por hacer. Fue cuando descubrí unos libros que estaban guardados en unas cajas. Algunos son de mi hermano y otros son tan viejos, que los trato con mucho cuidado para que no se rompan. Así conocí al detective Sherlock Holmes. También hace poquito, mi hermano me trajo un comic del hombre araña, ¡cómo me encantaron los dibujos! Aunque mi hermano me dice que sea prudente frente a mi mamá porque dice que son historias para mayores. Me gusta mucho como los dos resuelven los problemas y atrapan a los malos. Ojalá fuera tan fuerte y listo como ellos.
Veo a otro señor pasar por la calle, pero este trae un cubrebocas como el mío. Mi mamá se levanta y se acerca lentamente. Siento que me está mirando. Yo nervioso le pregunto:
-Mamá, ¿ese señor también estará enfermo?
-No creo, mijo. Es por otra cosa.
-¿Qué cosa?
Mi mamá no sabe por dónde empezar. Me doy la vuelta, la tomo de la mano y la llevo al comedor para desayunar.