Introspección de esta cuarentena
![](https://39c7d68862.cbaul-cdnwnd.com/88e7940495772f323f142631ae50ec7c/200000087-2e10c2e10f/cuarentenaenrepdelsalvador-28-04-2020.jpg?ph=39c7d68862)
Fotografía de Roberto Espinosa, República del Salvador, 28 de abril de 2020
Por Pablo Antonio Cruz Gutiérrez
Alguien ha tomado lo que por derecho nos pertenece, nos han arrebatado el derecho a nuestra libertad.
Dicen que alguien conscientemente se devoró un murciélago y que de ahí nació el Coronavirus. Algunos otros les echan la culpa a los gobiernos, a todo aquello que conocemos como política y políticos, a todos esos planes y acciones para enriquecer sus bolsillos sin importar cuantas vidas puedan terminar. Yo estoy del lado de los que piensan en lo segundo.
Retomando el punto de la libertad, estar en casa me ha hecho reflexionar tanto acerca de ese privilegio que hoy nos hace tanta falta. Hago una comparativa del antes y después de esta cuarentena. Puedo cerrar mis ojos y estar caminando a orillas del Paseo Santa Lucía. Puedo cerrar mis ojos y estar con mis padres comiéndonos unas palomitas en el Cinépolis de la Av. Garza Sada. Puedo cerrar mis ojos y estar yendo hacia el Oxxo que está cerca de mi casa. Puedo cerrar mis ojos y recordar toda esa libertad que hoy no tengo.
Al estar encerrado en casa, me siento como en un náufrago en medio del mar. Mi casa es el barco completo y poder estar afuera es mi tierra firme. Ver desde mi balcón la calle y el parque, y no poder estar ahí es algo desesperante. Y no sé si toda esta cárcel de sentimientos sea por la vida que llevaba antes, en donde todo el tiempo estaba yendo hacia direcciones que no eran mi hogar. Toda esa rutina atareada, yendo de un lugar a otro, andando y volando, cada paso, cada camión, cada vuelta a la derecha o izquierda, todo lo recuerdo y lo extraño.
Solamente he salido dos veces de mi casa para entrar directamente al carro. La primera vez, mi madre había tenido una junta con sus compañeras de trabajo y había comprado un paquete con lonches para darles en la junta, junta a la cual solo 5 personas fueron, de 30. Entonces acompañé a mis padres a repartir esos lonches que quedaron huérfanos hacia una nueva boca humana. Fuimos al Hospital Metropolitano. Era mi tercer día de cuarentena.
La segunda vez que salí a la calle fue para repetir esta misma acción, pero ya planeada. Era un sábado, estábamos en la mesa mis padres y yo, entonces mi madre dijo:
"He estado pensando mucho en las personas que están esperando a su familiar fuera del hospital y por todo esto de la cuarentena ya no van grupos a darles un poco de alimentos, podríamos hacer unas tortas y llevárselas."
Mi padre y yo estábamos dispuestos a apoyar la idea de mi madre. Entonces al siguiente día, ellos fueron al supermercado, compraron los alimentos necesarios y al regresar, los tres nos pusimos a trabajar y llevamos los alimentos. Fue todo un éxito.
Pero todo esto, me puso a pensar que hay más de 50 hospitales, clínicas y consultorios en nuestro estado, los cuales están en completo funcionamiento, con pacientes y con familiares esperando por ellos.
Toda esa gente hay que admitir, no siempre recibían comida, pero que, a comparación de estos días, nadie va a dejarles, aunque sea un lonche. Y sé que las medidas de prevención son para eso, para prevenir, pero creo también que hay que pensar por todos aquellos que pasan por situaciones más difícil que las nuestras.
Los que están ahí no tienen otra opción que esperar y estar ahí, mientras que nosotros, tomando las medidas necesarias, podemos ayudar. Nosotros nos la ingeniamos e hicimos una mesa con una caja de cartón, y luego en otra caja, colocamos los lonches, también compramos una cartulina que decía:
"Toma UNO, y mantén la distancia recomendada por nuestras autoridades de salud (1 metro mínimo)". Creo firmemente en que, si tenemos la posibilidad de ayudar al prójimo, lo hagamos. Es por eso que, en esta cuarentena, no nada más hay que pensar en nosotros mismos.
El otro lado triste y realista de esta moneda y de este gran misterio no del todo resuelto, es que, la humanidad no está preparada para todo; tantos inventos y vacunas por hacer, tantos planes de contingencia y tantos refugios por crear, todo eso en lo que no nos ponemos a pensar que nos puede suceder.
Cada decisión que tomemos, cada cosa nueva que hagamos nos lleva a un lugar diferente, una nueva dirección. Algo que mencionó Benedetti en uno de sus libros es que Pessoa nos dejó una buena fórmula para combatir el miedo y también tenerlo en cuenta para cualquier cosa que hagamos:
"Espera lo mejor y prepárate para lo peor."