Es solo otro día

11.04.2020

libro intervenido y dibujo por Caleb


Por Manuel Eduardo Luna Jara


Es solo otro día. En la interminable línea de piezas de domino que caen rápidamente una tras otra, así son los días, aquí y allá la línea del tiempo no se detiene, no cuenta muertos y enfermos, no cuenta encierros y distancias. La línea sigue su interminable recorrido sin detenerse a mirar todo lo que pierde en el camino. Desde la ventana veo la trayectoria del sol en el cielo, las estrellas rondando como centinelas, mirándonos, ¿quién es fugaz en este universo? ¿Quién pasa veloz arrastrando su luz por el universo? ¿Somos estrellas fugaces a ojos de los dioses? Miro detenidamente a mi mascota mientras se pierde debajo del sillón, se estira, me observa, acaso sabrá lo que sucede ¿Siente mi temor? Esquiva mis pies que se deslizan a prisa como si tuvieran a donde ir, del sillón a la cama, de la cama al baño, del baño a la cocina, de la cocina al sillón. No veo televisión, me deprime, la calma se pierde rápidamente entre mensajes de aliento, entre esperanzas lejanas y bromas ridículas, personas que existen en realidades insostenibles, mujeres y hombres que no pueden controlar un mundo que de la nada pesa más que antes.

Miro a mi esposa encender la computadora, habla con más personas, se retuerce en la incomodidad de una silla pobremente adaptada para su trabajo, trato de hacerle el día lo menos pesado posible, cocino, limpio, pero no es el trabajo, no es la silla, la fuerza se va poco a poco cuando no existen garantías.

Tenemos miedo, nos ocultamos, tratamos de escapar de los zombis, creemos ser protagonistas de esta película, si acaso llegamos a ser extras, esos que son el ejemplo de lo que no debe hacer el protagonista, los que se ahogan en la inundación, los que arden en el incendio, a los que arrastra la ola allá a lo lejos, en segundo plano, mientras los protagonistas corren a toda velocidad.

Los muertos no están allá afuera, las enfermedades no se pueden evitar, los virus no pueden morir, los zombis somos nosotros, acá adentro, viendo caer a los de afuera, comiendo su carroña, llenándonos de papel de baño, abarrotando hospitales, buscando la cura para el miedo, combatiendo con nuestros demonios, dejándonos llevar por el más primitivo de los instintos, sobrevivir. Sobrevivir a costa de todo, de lo que sea, de quien sean, como sea, para lo que sea. Miro por la ventana esperando que la nube maligna desaparezca ahora antes de que se lleve algo preciado, antes de que me condene a infectar a alguien, antes de que muestre que no puedo manejar la situación, antes de que me lleve a perder el control. Miro a mi esposa, hablo con mis padres, acaricio a mi mascota, ¡No pasa nada! ¡Vamos a estar bien! Aunque no lo sepa, aunque no tenga pruebas de ello, aunque no exista dios que me lo garantice. Mañana será otro día, más contagios, más sobrevivientes, más miedos.


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