CRÓNICA EN CUARENTENA
Por Selene Ferrer
Estamos en cuarentena, murmuran algunos con sus familiares durante el trayecto en el camión. La mayoría estamos sin tapabocas; unos porque no encontraron, otros porque no quieren. Nos vemos de reojo con un poco de desconfianza.
Una mujer lo lleva y voltea a mirarnos, ya sabe que solo ella lo trae y aún así parece que está buscando algo en nuestras caras.
El conductor recibe el dinero sucio y sudado de todas las manos que le pagan, "¿Estarán infectadas?", creo que se pregunta. Nadie usa el gel antibacterial que adaptaron en el camión. A lo mejor ahí están mis dos pesos "Pero es que sirve más lavarse la manos con agua y jabón, ¿no?" La demanda del gel antibacterial ha hecho que cueste hasta 120 pesos. Es un virus, no una bacteria "El jabón rompe la barrera lipídica del virus bla bla bla". Le prometí a mi novio que iba a ahorrar. Compré una botellita de gel antibacterial de 100 mililitros en 70 pesos. Es salud. Una señora lo quería. Yo también. No utilicé el del camión al subir. Sirve más el jabón, no hay duda.
Estamos en cuarentena.
Por la ventana veo mucha gente en sus autos. Un señor se está picando la nariz "¿¡No ve que debemos evitar tocarnos ojos, nariz y boca!?", Grito en mi mente. Yo estoy terminando de comer unas papas. Me chupo los dedos. Qué bueno que solo lo pensé. Ojalá que él no se los chupe también.
No sé a cuántos grados estamos. ¿Alguien sabe? Dicen que en Estado de México no hay infectados. Un anciano viaja en bicicleta en medio de tantos coches. La ciudad no para. ¿Estamos en cuarentena? Lleva plátano y jitomate, creo. ¿Arroz rojo con plátano? Como en las fondas. No trae sombrero, se debe estar quemando. "¡Tampoco trae cubrebocas!" Vuelvo a gritar en mi mente. No puedo sacar la cabeza por la ventana para gritárselo. Tal vez no ha encontrado. Siento que me palpita el cubrebocas que sé que tengo guardado en la bolsa de mi chamarra. ¿De qué serviría gritárselo? Ya debe saber que no trae.
El camión se va vaciando. Quedamos tres mujeres y ninguna trae cubrebocas. Dicen que nosotras nos infectamos menos. Dicen que este virus fue enviado por Dios porque andamos abortando. ¿Por qué los mata a ellos? Vaya incongruencia. Como sea, este virus es de fe. Ya solo quedamos dos. "Aborto seguro, legal y gratuito" repito a modo de rosario.
¿A qué sabe un murciélago? Me imagino que como a rata y la rata debe saber a pollo agrio. Lo he probado porque seguido se me echan las cosas a perder y como por comer. ¿Serán como yo los que se comieron al murciélago? Nah, suena imposible. Debe ser Dios enojado. Ojalá Dios no se haya comido al murciélago. Ojalá existiera.
"Por favor ya llévate el coronavirus, nuestros viejitos se están muriendo". Igual y en una de esas se lleva a mi abuela. Ojalá.
Bajamos en la parada. "Gracias", le decimos al conductor, "... por no matarme", murmuro. Maneja como loco. "Estás peor que el coronavirus", pienso.
Un señor me rebasa con 6 botes de crema de un litro. Supongo que en la cuarentena hacen falta siempre unas tostadas de pata. Tal vez tiene un negocio.
En una hoja de papel pegada en la pared dice " 'Sí' tenemos cubrebocas". Ese entrecomillado me desconcierta. Yo tampoco sé usarlo. ¿Los tienen o no? O ¿Qué es lo que tienen? Siento que quieren venderme algo más en vez de cubrebocas. Y yo solo tengo dinero para comprar lo indispensable: papel de baño, gel antibacterial y crema para tostadas. Es tiempo de crisis.
Tengo un negocio. Me urge llegar a mi casa para trabajar en él. Soy fotógrafa de ropa. De la ropa que vendo. Ojalá a la gente le sobre dinero para comprarme algo. Lo necesito. Ustedes no necesitan tanto papel, ni tanto gel antibacterial. ¿Cuánta crema se le puede poner a una tostada? Seamos mesurados. Así puede quedarles algo para un vestido o una falda. Aunque no salgan deben estar bien arreglados. Pero sí salen y eso que estamos en cuarentena.
Escucho a mi lado una señora que llama a su hija para pedirle que le lleve una bolsa de mandado porque va muy cargada con las compras. Yo estoy escribiendo y pienso en si ayudarla o no. Me da pena. La gente no sabe corresponder la ayuda, como hoy en la escuela. La gente es culera. Yo traigo una bolsa del mandado. La niña tardará así que me ofrezco a ayudar. La señora acepta, pero solo llevaba tres pequeñas bolsitas: una con longaniza, otra con verduras en cuadritos y otra de papas fritas con salsa Valentina. "Usted podía cargar con esto sin ayuda", pienso mientras le sonrío. Vivimos en el mismo fraccionamiento, así que me queda de paso. "¿Qué tal la trata la cuarentena?", pregunto con voz de idiota. Con la misma voz me responde "Pues hay que salir". Seguimos caminando azotadas por el sol. Me suda el bigote y el cuello, ¿Por qué me salí tan tapada? Platicamos algo más al respecto que no vale la pena mencionar. Yo cargo la nada pesada bolsa pensando en lo floja que es la señora. Yo cargo pesadísimas bolsas de ropa cada que voy a mi bazar. Tal vez esté cansada... a lo mejor solo es huevona. Yo también.
Su hija viene hacia nosotras con una bolsa verde. Se ríen de algo que no me enteré. Le paso las papas y la longaniza. Cuando le paso las verduras, se me abre la bolsa y mando a volar muchos pedazos. La señora grita "Aaaaaay". Miro en el suelo un gran trozo de calabaza en forma de media luna. ¿No que estaba en cuadritos? "Ay, perdón, yo queriendo ayudar y le tiro la sopa de verduras", otra vez con voz de idiota. La niña me mira con una sonrisa extraña. Siento que me pongo muy roja. Sigo pidiendo perdón y me despido. Ojalá las ratas se las coman.
Estamos en cuarentena, pero la gente no usa cubrebocas, ni gel antibacterial aunque lo compra a precios altísimos; las señoras miran raro a las personas del camión; la gente se pica la nariz y se chupa los dedos y los ancianos comen arroz rojo con plátano; esos mismos viejos no tienen cubrebocas y los jóvenes guardamos uno echo bola en nuestros bolsillos; Dios castiga a las mujeres matando a los hombres y nadie tiene idea de a qué sabe un murciélago; la gente te vende con engaños cosas que no son cubrebocas y se preparan muchas tostadas de crema con pata; las señoras se niegan a cargar bolsas de menos de un kilo y reciben ayuda de mujeres que tiran la sopa de verduras.
Camino hacia mi casa lo más rápido que puedo. Ya estuve mucho tiempo afuera y hay que guardarse, no me vaya a infectar. Abro la puerta, aviento mi gel antibacterial y corro a lavarme las manos.
Tomen sus precauciones. Estamos en cuarentena.