Carta a papá

09.06.2020

Imagen de "Memoria familiar del confinamiento" César Iván Pérez Durán



Por Jimena Merino


Una silla vacía, el auto bajo el polvo de días grises, silencio en los pasillos de mi infancia y el viejo guardián vikingo que yace bajo el guayabo del patio; son esas cosas que me quitan el aliento y realmente detienen la existencia.

Viejos poemas de guerra que no pudiste terminar, un espacio en la cama que aún conserva tu olor y camisas de cuadros azules que combinan con el cielo. Recuerdo las dulces melodías infantiles donde tomabas mi mano y guiabas el turbulento camino hacia mi adolescencia.

Silencio profundo y un suspiro hacia el cielo que me desconcertaba, ¿sería acaso que soñabas despierto? Sí, imaginabas universos paralelos y realidades infinitas que te transportaban a secretos inciertos, pero eso sí, siempre bajo tu mirada humilde, piadosa y llena de sabiduría.

Compañero de viajes nocturnos, escuchabas atento las desentonadas notas de una voz que quería ser escuchada y sonreías con una nieve en la mano, sin saber que eras la luz de aquellos días inciertos.

Escondías entre la alacena tus tesoros más preciados y tarde o temprano mi curiosidad me llevaba a robarlos. Pero, ¿qué sentido tiene el sabor de los chocolates si no estás para jugar a encontrarlos? Ahora solo encuentro su dulzura en las canciones de cuna, tus pasteles de coco y un trago de tequila.

¿Qué dirías de la soledad de las calles y el vacío de las tardes del verano?, ¿te acostumbrarías al eco que dejaron los transeúntes antes del caos o quizás bailarías danzas imaginarías entre los párrafos de un periódico antiguo? Solo sé que el tintineo de las luces en casa cesaría y las tardes serían menos largas si aún estuvieras aquí.

Contigo la utopía no parecía tan lejana y los rezos de media noche se juntaban con los del medio día, para ti la religión fue solo una, sin nombre, dogmas o pasos que te hicieran marchar. Simplemente, nos mostraste el significado de un beso por la mañana y la belleza inesperada que rompe con la superficie del día a día.

En medio de esta penumbra donde todo se ha pausado, aún recuerdo tu voz diciendo: "tranquila, no pasa nada", daría lo que fuera para volverla a escuchar. Y es que, fuiste tú quien me enseñó a volar lejos de casa y a buscar nuevos lugares para explorar.

Te confieso que hablo con las paredes y uno que otro día les cuento mis secretos, jamás pensé que algo tan frío podría darme tantas respuestas que no sabía resolver, ¿será la locura del encierro o acaso el sigilo ayuda a encontrarse con uno mismo?

Creo que todo se trata de un ciclo y tarde o temprano volveremos a aprender a caminar, así sea lento o rápido, eso depende de cómo queramos vivir de nuevo.

Disfruta del azul de las olas, baila en los balcones de los solitarios e ilumina el ocaso que entra por mi ventana.

Gracias, papá.  

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