A segunda vista

16.04.2020

Don't go out, Stay at home y Be safe de la serie Gōsutohāto de Ricardo Melo. 



Por Pau Metztli



Soledad.

Las palabras de Bécqer retumban en mi cabeza: "Que tristes se quedan los muertos". Perdí la noción del tiempo, no recuerdo si es miércoles o viernes, todos los días parecen lunes en asueto o domingos en enero, fríos, desoladores, abrumados, intransigentes. Las noticias denotan la tragedia, muertes aisladas, lamentos que no bastan. Y uno va del sofá al refrigerador, de la lavandería a la almohada, llenándose de artículos falsos, de una sociedad empobrecida en la comunicación y las comunicaciones que, a pesar de que cuestan, traen consigo un torrente de conjeturas y conceptos que nadie pide y todo es psicosis y todo es violencia y todo se acaba y yo me acabo, en esta máquina de afiches que no da otra cosa que la bastedad de los niños perdidos que somos en el mundo, espíritus buscando sin encontrarse, en el refugio de estos días de pandemias.

He intentado salir de casa dos veces. La primera, apenas al abrir la puerta me desconcertó el aullido de dos ambulancias y un camión de bomberos que retumbó parte de mi edificio, ladraron los perros, volaron los pájaros, mi corazón latió más fuerte y cerré la puerta por dentro y me quedé petrificado, un minuto, o diez, tal vez fue una hora, no recuerdo; lo que sí recuerdo, fue la ola de sentimientos cuando regresaba a la sala donde el telediario encendido apuntaba las frases de "Quédate en casa", "No salgas", "La pandemia está aquí", "Asegúrate y todo pasa". La segunda ocasión, un carro del municipio vociferaba: "Si no tiene a que salir, no salga; estamos en una contingencia. Regresa a casa, cuida a tus seres queridos. Si eres sorprendido en la calle, se te pondrá a manos de las autoridades". Esto último no sé si lo dijo, o mi mente se aferró a ello; el confinamiento puede hacer que la psicosis, la ansiedad y la frustración, estén aferrándose a mi mente y cuerpo. Necesito salir, hacer las compras de supermercado, comprar algo para distraerme en casa, todo lo que llega en los grupos de Internet, avisos, informes, novedades y conceptos que todos comparten, cada que enciendes la radio, vuelves a la televisión, allí están, devorándote con el miedo, carcomiendo el raciocinio que queda de la destrucción que se apodera del orden, de la salud de cientos de miles, más de un millón, escuché en la mañana. Tengo que salir, volver a la calle, entrar al supermercado, comprar lo necesario sin voltear a ver a nadie. Lo logré, he llegado. De todas las formas que pudieron ser posibles, he llegado. Apresuro mis compras, tengo todo, llego a mi fila, hacen que me aleje casi dos metros de la persona que tengo delante, pierdo el balance, se me caen dos velas que tomé en la sección de Hogar y Decoraciones, trato de parar una con el pie, la otra sale rodando, topa con un estante y lo que parece ser una revista; agarro la vela, trato de tomar la revista, el título parece abarcar toda la portada: "A Segunda Vista". El nombre me sorprende. En los subtítulos hay frases como "Tienes oportunidad de ver por segunda vez" y "No todo es lo que parece"; siempre me gustó la forma de ver el mundo como el Principito, de allí que empeñado del tumulto de sensaciones que nos dejan estos días, sigo obstinado en encontrar vida donde el caos se apodera. Pago, salgo del súper, apresuro a volver a casa, caminando los 2,345 pasos que me traen hasta la alfombra de "BIENVENIDOS". Enciendo la luz, dejo las bolsas de compras en la mesa, tomo la revista, abro la primera página y allí se encuentra: "Uno es lo que come, pero también es lo que escucha, lo que lee, el alma suele alimentarse, cuida mucho las noticias que digieres, las pláticas que tienes... Sigue leyendo en las páginas 27 y 28". Algo salta en el espacio que tengo entre mi pecho y la revista que estoy leyendo; voy a la página 27, allí todo avanza, cae y surge como la verdad vista sobre el sombrero de un mago, y dice así "Alberto es un profesor de 31 años, quien encontró su vocación desde que era estudiante y decidió realizar su servicio social enseñando física en un bachillerato técnico. No obstante a ello, cuenta que hace un par de años, comenzó a tornarse en constante estrés, frustración y enojo, por lo que, al enterarse del cierre momentáneo de escuelas, sintió alivio inmediato... pero también fue momentáneo. Ahora que pasa sus días en un departamento solitario, se ha dado cuenta de que ha carecido de valores escenciales como el amor y la compasión, dado que ha comprendido que el mal comportamiento de sus alumnos deriva de estar pasando por una etapa de incomprensión social -la adolescencia. Considerando esto, así como el reto social que hoy vivimos, Alberto decidió crear un grupo de apoyo para sus estudiantes, donde podrán desahogar su tristeza, ansiedad, miedo, impotencia o cualquier sentimiento que les impida encontrar un estado de paz". Algo se encuentra dentro de mi ser y parece que me encuentro, todo pasa en este momento exacto, no quiero dejar de leer el siguiente fragmento: "Emma, de 20 años, estudia su segundo año de la carrera de Filosofía y Letras. Desde pequeña fue independiente y tímida, pasando su infancia en mundos que inventaba para sus aventuras como marinero. Ella nos comparte que gracias a esa niña que sigue llevando consigo, enfrenta la situación actual imaginando que es un mar inquieto y, como capitana de su barco, sabe que debe tomar el timón con fuerza, valor y tranquilidad para no perder el camino. Además, dice, es el momento de que la embarcación luche en unidad a base de empatía y solidaridad para que el barco siga a flote hasta que la tormenta se convierta en recuerdo". Estoy más que emocionado, las lecturas puestas en esta revista hilan los estambres perdidos, reúnen las piezas que encuentran alivio en mi cabeza: "El más Tigre de corazón" y "un loco rockanrolero", es como Fernandito se describe a sus casi 6 años. Narra que hace un par de semanas sus papás le dijeron que no iría a la escuela por un tiempo, ya que el mundo necesitaba unas vacaciones y su misión era quedarse en casa. Fernandito no entendía por qué debía pasar su descanso "como los animales en el zoológico", sin poder salir. Contrario a lo que sus papás imaginaban, lo que Fernandito extrañaba más no era ver el fútbol o hacer música, sino visitar a su abuelita, Julieta, y nadar, pues dice que este último lo ayuda a pensar en cosas bonitas. Fernandito dice que cuando "sea libre", quiere abrazar a la gente que ama y a ser más paciente con sus primos pequeños, a quienes les enseñará a jugar fútbol para que sepan que pertenecer a un equipo es nunca estar solos." Todo me da vueltas, la visión de pasar estos días encerrado, colman la confianza de que mañana puede ser un gran día, pues hay algo dentro de esta vida que se vive al dejar pasar la desesperanza, al dejar de escuchar las intranquilidades que arrecian en todos los bandos que no cesan de tristeza y en cada uno de las comunicaciones y los diarios enemigos. Ahora todo pasa, y cuando esto pase, nosotros estaremos tranquilos.

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